Lo primero que me sucede, y siempre me ha sucedido, cuando veo publicaciones en redes sociales ofreciendo soluciones "fáciles" a problemáticas cotidianas, es sentir desconfianza. Pienso que esa persona está hablando desde su propio lugar de privilegio y que, desde ese lugar, es fácil recomendar y aconsejar. Lo admito, es un horrible prejuicio, pero muchas veces ese prejuicio actúa como un espejo. Es esa sensación de que algo es fácil, pero por alguna razón VOS no estás pudiendo hacerlo (¡y está bien!). Ahora, lejos de ponerme en plan psicóloga, quiero abrirte una ventana a mi propia realidad, y explicarte por qué, al ofrecerte una solución a una determinada problemática, no estoy pretendiendo enseñarte nada ni ofrecerte algo mágico y fácil. Simplemente quiero que sepas que todos estamos en esto juntos, y que probablemente lo que te está deteniendo a vos también me pasa a mí. Mi recorrido está lejos de ser lineal y hermoso, porque la vida no es lineal y, siendo madre, la planificación muchas veces es NULA.
Para que me conozcas un poco más, te cuento que hasta los 25 años viví con mi mamá. No voy a mentir, disfruté de TODOS los beneficios de ser hija única y vivir con ella. Nunca tuve que poner un lavarropa en mi vida ni cocinar un huevo frito. Siempre me gustó cocinar, pero eran esas comidas de Facebook (en ese momento era Facebook, no Instagram, ¡jaja!) con mil ingredientes que salían carísimas y que cocinabas UNA vez en la vida. Cocina recreativa, no diaria. No sabía cómo lidiar con impuestos, comprar papel higiénico, cargar la heladera, diferenciar entre la ropa blanca y de color en el lavarropas, o llamar al plomero porque se me tapó un caño.
A los 25 años, me mudé de país, sola, absolutamente sola, para hacer un intercambio. La vida me hizo hacerme cargo de mí misma de repente. Conocí a mi marido, me enamoré, lo traje a Argentina y decidimos comenzar una familia juntos. Pero yo... yo no tenía la más pálida idea de lo que era llevar adelante un hogar.
En 2020, la pandemia, el encierro, la cuarentena, la relación a distancia, un departamento recién alquilado, y yo... sola, jugando a ser adulta cuando realmente no sabía qué estaba haciendo. Mi marido, cuando logró entrar a Argentina, vino sin saber hablar ni media palabra de español, y de repente me encontré siendo jefa de hogar y teniendo otro adulto A MI CARGO, haciéndome cargo de cada mínimo aspecto de nuestras vidas. Así que me tocó ponerme los pantalones de nena grande y actuar.
De a poco, empecé a pilotear la situación, pero durante un año y medio, mi gran deuda era la cocina. Sí, sabía cocinar, pero no sabía comprar, no sabía prevenir, no sabía ahorrar y mucho menos tenía la constancia de hacerlo a diario. Así que empezamos un círculo vicioso de delivery.
A mediados de 2021, quedé embarazada y pasé la mayor parte de mi embarazo en cama, con miedos, con problemas de salud, con un embarazo de riesgo y con mi peso totalmente descontrolado (y mi marido subiendo de peso al mismo tiempo). Fue la receta para el desastre. Pedíamos delivery hasta para el desayuno. Gastamos una FORTUNA en comida... que en realidad debería escribir como: malgastamos una fortuna en basura. ¿El resultado? Yo subí 40 kilos y él también. Un embarazo complicadísimo por mis hábitos y una pérdida absoluta del control de nuestras finanzas.
Me gustaría decirte que en ese momento tocamos fondo y nos dimos cuenta de que lo estábamos haciendo mal. Pero te estaría mintiendo. Lo que me hizo hacer clic (y no fue lineal, lo reitero) fue la maternidad. Mi hijo nació con alergia alimentaria a la proteína de la leche de vaca (APLV). Y como yo amamantaba, la dieta obligatoria y estricta libre de lácteos se trasladó a mí. No tenés idea de la cantidad de cosas que pueden tener contaminación cruzada de lácteos. Básicamente, nada que venga en un paquete es apto.
Por ende, y con la ayuda de mi amiga nutricionista que me bancó el proceso estoica y con todo el amor del mundo, empecé a cambiar hábitos y a buscar la manera de sostenerlos con los desafíos que presenta la maternidad. Porque si hay algo que a las madres no nos sobra es tiempo y horas de sueño.
De ahí mi fijación por organizarme, porque sé lo peligrosa que puedo ser cuando me desorganizo. Y porque organizándome empecé a optimizar muchos aspectos de mi vida, incluso, empecé a ganar tiempo, ¡A AHORRAR PLATA! Y de a poco, a ganar años de vida en salud.
¿Es necesario comer todo saludable para hacer meal prep? La realidad es que NO. Ojalá sí, pero si no es tu interés, lo que sí te garantizás es comer comida lo más real posible y variada, y con eso ya estás ganando un montón.
Te propongo que lo intentes, y que si no te sale, la próxima semana lo vuelvas a intentar. De a poco, de una comida a la vez si es necesario. Vas a ver que lo que te estoy contando no es magia ni fácil, pero sí extremadamente posible. Una vez que lo aceptás, se convierte en un hábito que ni siquiera te cuesta.